Coexisten dos mundos paralelos, uno que me parece muy ajeno aún cuando viví allí mucho tiempo, y otro en el cual estoy parada ahora, mirando a la inmensidad de su océano. No hay confusión donde no hay nada que entender. Ambos se rigen por reglas distintas: mientras uno te eleva a lo más alto para después dejarte caer de sopetón; Del otro no existen bajadas porque aún no han sido inventadas las subidas. De éste aún estoy aprendiendo a mantenerme en pie, es un nuevo renacer.
Hace días nací, vi la luz naciente detrás de las altas montañas. No debo estar triste por haber abandonado el mundo anterior, pues acá tengo la oportunidad de hacer las cosas bien, no volveré a fallar en el intento de ser completamente feliz.
En esta vida no me falta nada, en tanto que en la otra malgastaba mis energías en buscar la forma de abarcar mucho, para luego terminar siendo asesinada por ladrones. Todo los esfuerzos de años terminaron junto a la sangre del golpe final.
Hoy, ahora, volveré a caminar, pero con un andar distinto, un andar ligero.
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